SOBRE A LA “CRISIS” MIGRATORIA
Los recientes episodios de violencia anti-inmigrantes en las calles de Iquique, el brutal desalojo por Fuerzas Especiales de Carabineros, la quema deliberada de los escasos enseres a un grupo de ellos, dejan en evidencia la cultura de intolerancia y de nula empatía por el sufrimiento ajeno, que es el resultado previsible de un modelo de sociedad centrada en un individualismo a ultranza. Pero, al mismo tiempo, dan cuenta de una forma de gobernar que ha sido la tónica de la administración Piñera, que enfrenta los conflictos sociales con represión, que viola los Derechos Humanos y que aborda la crisis migratoria con un discurso inconsecuente y demagogo, cuya falsedad quedó al descubierto en el vergonzoso episodio de Cúcuta.
Con su habitual oportunismo, los medios del sistema han hecho un festín de lo que llaman “la profunda crisis humanitaria venezolana”, pero silencian hipócritamente el bloqueo criminal de Estados Unidos contra el gobierno y el pueblo de Venezuela, que le impone “sanciones” como, la retención ilegal de miles de millones de dólares en bancos gringos y europeos, la negativa del FMI de entregarle créditos para enfrentar la pandemia, que le impide la importación de alimentos, medicinas, insumos, materiales y repuestos para la industria agrícola y petrolera, que le cierra el mercado internacional, y que, en síntesis, asfixia su economía para provocar artificialmente el colapso total del país.
La migración no es un fenómeno nuevo ni extraño en el mundo. La gente emigra, busca mejores condiciones de vida, cambia de hábitat. Chile tiene una larga Historia se migraciones, todos los chilenos somos todos producto de la migración, reconociendo que los pueblos originarios llegaron o estaban desde mucho antes. No podemos olvidar que, después de la guerra de exterminio que perpetró el Estado contra el pueblo mapuche entre 1862 y 1883, cientos de europeos, principalmente alemanes y suizos, llegaron a hacerse dueños ilegítimos del territorio usurpado, y que más adelante miles de inmigrantes llegaron, y siguen llegando, desde los más apartados rincones del mundo, así como miles de chilenos emigraron al exilio durante la dictadura. Pero la gran mayoría de los inmigrantes vienen a trabajar, a hacer familia, a aportar al desarrollo nacional en la industria, en la ciencia, en la educación, en la cultura, en el arte. Otros, los menos, a hacerse dueños del territorio y de sus recursos naturales y a conformar la élite empresarial, los actuales grandes grupos económicos, los Edwards, los Saieh, los Paulmann, los Piñera, los Solari, los Angelini, los Luksic, los Ponce Lerou, los Matte. A estos no los expulsaron, no los desalojaron, no les quemaron sus enseres, por el contrario, el Estado los protegió y los protege hasta el día de hoy.
Entonces, ¿qué hacer? Por lo pronto, terminar con las políticas represivas y abordar la crisis con una actitud de gobierno humanista y solidario, que se traduzca en los recursos necesarios para auxiliar a los migrantes en situación de calle con las condiciones básicas de habitación, salud y ocupación esenciales para una vida digna. Luego, una política migratoria que regularice la migración y que establezca convenios efectivos de cooperación internacional en ese objetivo. Por último, hacerse parte de la demanda internacional contra el bloqueo criminal de Estados Unidos y sus aliados europeos frente a Venezuela y todos los países que hoy día están siendo víctimas del imperio.